A veces la única manera de salir del pozo es simplemente dejar de cavar.
Esa es la realidad hoy por hoy de los New York Knicks, una franquicia con mucha historia, algunos títulos y demasiadas decepciones.
La organización ha tomado el camino incorrecto una y otra vez, empecinados en perseguir un objetivo que ellos creen que merecen o que están obligados a alcanzar.
Nueva York podrá ser la capital del mundo, tener a Times Square, a Central Park, al puente de Brooklyn y al mítico Madison Square Garden, pero esa idea de que son un equipo grande y que tienen que ser relevantes en todo momento es la misma que lo tiene enterrados desde hace tiempo.
La impaciencia se ha convertido en su mayor enemigo, y no hay nadie que caracterice más eso que James Dolan, el propietario de este conglomerado sin rumbo.
Los Knicks pueden tener en su historia dos títulos, los recuerdos de Walt Frazier, Patrick Ewing, Earl Monroe y Willis Reed y un estadio que es una meca del deporte moderno, pero lo demás es ficticio, inventado y fabricado.
Otros como Golden State Warriors, Detroit Pistons y Houston Rockets cuentan con más anillos, pero no por eso han actuado durante cada año de su historia con la desesperación de tener que hipotecar todo por esa bendita (¿maldita?) gratificación inmediata.
Es tiempo de dejar eso a los Boston Celtics y a Los Angeles Lakers, los dos verdaderos grandes de la NBA que aún así están entendiendo finalmente que ni el peso de su historia, ni el color de su camiseta ni la cantidad de números retirados en la vitrina ganan partidos.
Los títulos se ganan con estrellas, entrenadores y sistemas, pero sobre todo con coherencia y planificación.
Los Knicks necesitan dejar de cavar, mirarse en el espejo, reflexionar profundamente y ajustar la noción que tienen de ellos mismos. Eso significa entender que sus millones tienen el mismo valor que los de Miami Heat, Chicago Bulls, Oklahoma City o Indiana Pacers y que las estrellas ya no necesitan grandes metrópolis para hacerse conocidos; más bien la ecuación es al revés.
Por eso LeBron James no los escogió en 2010 ni lo hará nunca. Por eso tampoco irán voluntariamente ni Kevin Durant, ni Russell Westbrook ni Paul George ni ningún otro jugador que realmente busque títulos y grandeza.
Por eso probablemente Carmelo Anthony se marchará lo antes y lo más lejos posible, o nuestra percepción sobre su lugar en la historia de la liga cambiará bruscamente.
Los Knicks deben dejar de cavar.
La llegada de Andrea Bargnani esta temporada los retrasó aún más, despilfarrando selecciones de draft que tan valiosas son por estos días, y que milagrosamente tan bien saben utilizar cuando las tienen.
Kevin C. Cox/Getty ImagesAndrea Bargnani, uno de los fallidos y costosos experimentos de los Knicks
También lo son Iman Shumpert y Tim Hardaway Jr., aunque los Knicks parecen empecinados en empeñarlos a cambio de veteranos que no les darán nada a largo plazo.
Los Knicks, por una vez en su historia, deben quedarse con los brazos cruzados.
La temporada que viene será dolorosa, pero lo mejor que les puede pasar es dejar que el tiempo haga lo suyo y que los contratos de Bargnani, Tyson Chandler y Amar'e Stoudamire expiren.
Si Carmelo Anthony hace uso de su opción para jugar una temporada más (algo que sería un verdadero milagro), deberían traspasarlo este mismo verano, para así sacarle el máximo rédito posible.
De lo contrario, sus minutos y disparos deberían ir para los jugadores jóvenes de la plantilla, que no son muchos pero que tienen talento por explotar.
Hay que dejar algo más en claro: el argumento de contender sí o sí ya que no tienen una selección de primera ronda en 2015 es tan cierto como patético y de poca proyección.
Los Knicks deben ponerse en 0 como lo hicieron en 2010 y empezar de nuevo con un plan más pensado y pausado.
La última vez, Donnie Walsh los dejó en una posición óptima y luego lo dejaron partir. Los resultados están a la vista.
Una vez que lleguen a ese punto (faltan solo 16 meses), deberán escoger bien, pero con la idea de que Roma no se construyó en un año y ningún equipo de campeonato tampoco.
La restructuración deberá ser profunda y a conciencia, pero no por eso hay que dramatizar.
Después de todo, si Los Angeles Clippers puede convertirse en un equipo respetable y un destino atractivo en un lustro, cualquier otro, incluidos los Knicks, también puede hacerlo.
Solo necesitan dejar de cavar.
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